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Siria:muy poco y demasiado tarde

Publicado: 2012-02-29



¿Aún es posible una reconciliación social en Siria?  La doctora en Relaciones Internacionales Arlene B. Tickner responde a esta pregunta tras analizar la situación de represión que ha vivido este país durante el último año.

Para Tickner, la legitimidad de Bachar Al-Asad y de su familia, que se encuentra en el poder desde 1971, se ha evaporado. Frente a este escenario, existe la posibilidad de una salida voluntaria de Al-Asad o un colapso económico que provoque el colapso de la dictura.

Sin embargo, cualquiera sea el final, el baño de sangre no se logró evitar.

Esta es la columna de Arlene B. Tickner:

Pese a que limitará el poder presidencial a dos períodos de 7 años e introducirá un sistema pluripartidista —dando respuesta retórica a sus críticos—, sólo entrará en vigencia a partir de 2014, no permitirá que miembros de la oposición que hayan vivido cierto tiempo en el exilio participen en las elecciones, prohibirá a los partidos religiosos y étnicos (como la Hermandad Musulmana), mantendrá débil al Parlamento y sostendrá la inmunidad de las Fuerzas Militares frente a la Rama Judicial.

En un contexto en el que la violencia en contra de la protesta social ha eliminado toda posibilidad de reconciliación y la legitimidad de Al Asad se ha evaporado, el cambio constitucional es poco y llega tarde. Algo similar ocurre con la comunidad internacional, cuyos intereses geopolíticos (además de los económicos) han impedido un acuerdo mínimo que permita parar la barbarie. Una intervención militar parecida a la de la OTAN en Libia, además de estar prácticamente descartada, corre el riesgo de aumentar la violencia, propiciar una guerra civil y generar un efecto derrame en los países vecinos, dado el poderío del Ejército sirio y las divisiones que existen al interior de la oposición.

Por su parte, China y Rusia han vetado dos resoluciones presentadas en el Consejo de Seguridad de la ONU para aplicar sanciones y pedir la renuncia de Al Asad. Además de sus reservas generales sobre la aplicación de la doctrina de la “responsabilidad de proteger”, temen el incremento del poder occidental en Oriente Medio, así como la proliferación de movimientos islamistas que podrían afectar negativamente su propia estabilidad interna.

A Irán, el otro aliado de Siria, lo une la afinidad religiosa (chiita) con el régimen de Al Asad y el apoyo conjunto a Hezbolá, pero también la necesidad de mantener su influencia en el mundo árabe y limitar la de Turquía, su principal rival. Además de verse directamente afectada por los acontecimientos en el territorio sirio, los intentos de Turquía por mediar en la crisis forman parte de una estrategia general de activismo regional y mundial. Para Arabia Saudita cualquier transición política en Siria —idealmente una que lleve a un gobierno sunita— la ayudaría a posicionarse mejor vis-à-vis Irán.

La reunión de “amigos de Siria” en Túnez resaltó no sólo la falta de voluntad para superar las diferencias sino los obstáculos que enfrenta el cambio de régimen. El reconocimiento del Consejo Nacional Sirio como representante del pueblo no obvia la fragmentación de la oposición ni el hecho de que el CNS no la representa en su totalidad. Peor aún, no se llegó a ningún acuerdo sobre ayuda humanitaria para la población civil, uno de los objetivos principales de los participantes.

Si las sanciones aplicadas por Estados Unidos, la Unión Europea y la Liga Árabe no logran forzar una salida “voluntaria” de Al Asad, la crisis económica que cultivan podría provocar el colapso de la dictadura. Demasiado tarde para revertir el baño de sangre en Siria (que podría incluso agravarse) y muy poco al lado de una acción internacional consensuada que hasta ahora ha sido esquiva.


Escrito por

Jimena Rojas Denegri

Antropóloga y redactora de lamula.pe


Publicado en

Siria bajo fuego

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